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La Importancia de un Proyecto Edificatorio de Calidad

A la hora de seleccionar, por parte de un cliente, un técnico para proyectar un edificio (ya sea arquitecto o ingeniero), el criterio que más comúnmente se suele utilizar es “el que menos cobre” o, lo que es lo mismo, el que presupueste unos honorarios de menor importe económico. Pero, rara vez el cliente pregunta al técnico sobre asuntos como:

- ¿qué servicios incluyen los honorarios presupuestados?,

- ¿qué nivel de definición tendrá el proyecto?,

- ¿qué alcance tiene la documentación incluida?,

- ¿qué nivel de calidad posee el proyecto?,

- ¿qué grado de eficiencia energética tendrá el edificio?,

- ¿qué ahorro tendré al contratar este proyecto, en comparación con uno “estándar”?,

- ¿qué seguimiento se le va a hacer a la obra, y con qué frecuencia?,

- ¿en qué plazo estará el proyecto y la obra terminada?,

- …

Si solamente se compara la cifra final incluido en el presupuesto del técnico, el cliente se puede llevar sorpresas desagradables, ya que lo que a priori era barato puede no resultar siéndolo.

Un concepto fundamental a tener muy en cuenta a la hora de decantarse por un técnico u otro es la estructura de costes de un edificio, la cual, por desgracia, no está asimilada adecuadamente por la ciudadanía, ni por determinados técnicos intervinientes en el proceso edificatorio, ya sea por desconocimiento o desinterés.

Aproximadamente, dicha estructura de costes viene reflejada en el siguiente gráfico:

 

Estructura de costes de un edificio durante su ciclo de vida

Este gráfico refleja la suma importancia de un buen proyecto, ya que cualquier error o ausencia de optimización en el mismo, acarreará no solo sobrecostes en la construcción del edificio (que pueden ser muy importantes), sino también condenará a los usuarios del edificio, pagando un sobrecoste energético, y por ende económico, a lo largo del periodo de uso del mismo.

Los sobrecostes citados son muy superiores al “ahorro económico” que el cliente haya podido obtener en la contratación del proyecto.

A la importancia de la calidad y definición del proyecto ha de unirse una adecuada construcción, por lo que se ha de tener igualmente especial cuidado a la hora de seleccionar la entidad constructora que lo ejecutará.

Dicho de otra forma, ahorrar dinero porque sí en las primeras fases del proceso edificatorio es muy probable que sea a costa de pagar mucho más de lo “ahorrado”, tanto durante la ejecución, como durante el uso y mantenimiento del edificio.

Es fundamental un buen diseño y concepción del edificio, pensando en consumir la menor cantidad posible de energía a lo largo del periodo de uso.

Si el edificio no está bien diseñado y las instalaciones no son eficientes ni están optimizadas, el “ahorro” que se haya producido en las fases de proyecto y/o construcción, se verá ampliamente superado durante el periodo de uso, ya que la demanda energética del edificio será mayor, y el rendimiento de las instalaciones menor, dando lugar a un consumo que puede llegar a ser desmedido, condenando a los usuarios a pagar cuantiosas facturas energéticas.

El sobrecoste en la construcción de un edificio eficiente energéticamente frente a uno que no lo es, es muy inferior al ahorro económico del primero frente al segundo a lo largo de su ciclo de vida, debido al menor consumo de energía. Es más, hay medidas de ahorro energético que ni siquiera conllevan un sobrecoste económico.

En síntesis, invertir un poco más de dinero en la redacción del proyecto (diseño, geometría, orientación…) y en la construcción del edificio, puede ser muy rentable, teniendo en cuenta la duración de la vida útil del mismo.