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Los 4 Indicadores de la Eficiencia Energética Edificatoria

A la hora de determinar la eficiencia energética de un determinado edificio, se suele recurrir a la comparación con otros, en función de su uso, clima en que se inserta, sistemas energéticos instalados…

Para ello, se hace referencia a los indicadores que caracterizan la eficiencia energética de un edificio, los cuales permiten evaluar el comportamiento energético del mismo. Eso sí, en la mayoría de los casos no es suficiente conocer solamente uno de ellos para poder hacer una evaluación correcta.

La combinación de los diferentes indicadores existentes permite valorar no solo el comportamiento energético del edificio, sino también su comportamiento medioambiental, en lo que se refiere a las emisiones producidas de CO2.

Los cuatro indicadores más empleados para evaluar el comportamiento energético de un edificio son los siguientes:

  • Demanda de energía (D).
  • Rendimiento de los sistemas (η).
  • Consumo de energía (final y primaria) (C).
  • Emisiones de CO2.

En función de los valores de los diferentes indicadores, habrá de emplearse una o varias estrategias con el objeto de mejorar el o los indicadores que presenten los valores más desfavorables.

En el siguiente gráfico se sintetiza la relación entre los diferentes indicadores mencionados, así como los agentes involucrados y los factores o parámetros afectados:

 

En el gráfico, se observa la relación directa entre el consumo de energía final con la demanda energética y el rendimiento medio de las instalaciones o sistemas; este indicador afecta de forma directa al usuario del edificio.

Para que la energía final esté disponible en el edificio, el país o región en que se inserta ha de proporcionar suficiente energía primaria para la producción de la energía final necesaria, con las consiguientes pérdidas energéticas en los procesos de extracción, transformación y transporte que ello conlleva; este indicador afecta directamente al país o región en que se encuentra ubicado el edificio.

La energía convencional, a su vez, conllevará asociada unas emisiones de CO2 (gas de efecto invernadero), las cuales se han originado en el proceso de transformación de energía primaria a energía final; este indicador afecta al medio ambiente, y de forma directa al calentamiento atmosférico.

Una vez obtenido el consumo de energía final, se traduce, mediante los coeficientes de paso o factores de conversión, a consumo de energía primaria y a emisiones de CO2.

Estos dos últimos parámetros son los verdaderos indicadores de eficiencia energética del edificio, uno con un marcado carácter energético (consumo de energía primaria), y el otro con un marcado carácter ambiental (emisiones de CO2).

El consumo de energía primaria depende, por tanto, del mix energético del país o región en cuestión. El impacto ambiental ocasionado por las emisiones de CO2, depende del proceso de transformación de energía primaria a energía final.

Por otra parte, la reducción de la demanda energética, el aumento del rendimiento medio de las instalaciones, y la incorporación de energías renovables en el edificio, suponen una inversión para el promotor, que ha de ser rentable, y disponer de un periodo de retorno asumible.

Los costes asociados a la construcción del edificio corresponden al promotor, el cual puede aprovechar la alta calificación energética del edificio (ello le habrá supuesto una inversión extra), para venderlo o alquilarlo a mayor valor monetario (marketing ecológico), pudiendo recuperar así el sobrecoste con respecto a un edificio con baja calificación energética. Además, una buena calificación energética le puede permitir acceder a subvenciones y ayudas, así como a reducciones en las tasas de licencias y permisos.

En cuanto al usuario del edificio, el sobrecoste de compra o alquiler lo amortizará con menores gastos de explotación y mantenimiento del edificio, en definitiva, con un menor consumo de energía.

Al hilo de lo indicado, puede concluirse que la eficiencia energética de un edificio se establece calculando o midiendo in situ el consumo energético del mismo, necesario para hacer frente a la demanda energética que posibilita mantener el mismo en condiciones de confort.

Eso sí, se debe tener presente que, en el ámbito del cumplimiento normativo, la demanda energética del edificio se obtiene según unas condiciones estándares de uso, funcionamiento y ocupación del mismo, que no tienen por qué ser exactamente las reales; pero, por otra parte, estas condiciones dadas permiten realizar comparativas entre unos edificios y otros.

© Luis Gala González

Arquitecto y Project Manager (PMP® & ACP®) especializado en Eficiencia Energética e Instalaciones